domingo, 27 de mayo de 2012

El propio templo. Osho


Un templo público es un templo público; uno necesita un templo propio, es un fenómeno privado.
En Oriente solíamos tener una habitación separada para la medita­ción. Cada familia que podía permitírselo, tenía un pequeño templo pro­pio. Y la gente iba allí solo a rezar o a meditar, no a otra cosa.
De modo que en ese lugar -con el incienso, el color, el sonido, la atmósfera- todo termina por asociarse con la idea de la meditación. Si habéis estado meditando en la misma habitación, todos los días a la misma hora, en cuanto entráis en el cuarto v os quitáis los zapatos ya estáis en meditación.
En cuanto entráis en la habitación y miráis las paredes -las mismas paredes, el mismo color, el mismo incienso ardiendo, la misma fragan­cia, el mismo silencio, la misma hora-, vuestro cuerpo, vuestra vitali­dad, vuestra mente empiezan a caer en una unidad. Todos saben que es la hora, el momento de meditar. Y ayudan, no luchan contra vosotros. Basta con sentaros allí para entrar en meditación con más facilidad, silencio y sin esfuerzo.
De modo que si podéis tenerlo, preparad un lugar pequeño -bastará con un rincón-, y allí no hagáis nada más. De lo contrario, el espacio se confunde. ¿Humor?... Es difícil de explicar, pero el espacio también se confunde. Preparad un rincón pequeño, meditad allí, y cada día intentad hacer­lo de forma regular a la misma hora. Si algún día os lo saltáis, no os sin­táis culpables... está bien. Pero incluso si de cien días podéis hacerlo con regularidad durante sesenta días, eso bastará.

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