martes, 28 de febrero de 2012

Tu vida y la eternidad

Intenta ver tu vida como un paréntesis en la eternidad. Este paréntesis se abre en el momento de tu concepción y se cierra en el instante de tu muerte. El espacio dentro de este paréntesis es tu vida, rodeada de algo que se llama eternidad. Este algo que llamamos eternidad no se experimenta físicamente y, sin embargo, existe de manera misteriosa en el interior de la mente. Hay algo que forma parte integral de nosotros y que es invisible. Llamémoslo mente, pensamiento, conciencia, alma, incluso Louise, si quieres. El nombre que se le dé no importa. El yo invisible, esa parte que no es tu yo sensorial físico, es la parte capaz de contemplar la eternidad. Si aceptas, aun levemente, la idea de eternidad, ésta es real para ti. Si eres capaz de convivir con la idea de eternidad, a ti te corresponde explorar esta idea. Y si te hallas en el punto en que eres capaz de considerar la eternidad o la ausencia de fin al menos por curiosidad, podrás utilizar esta curiosidad para ayudar a dar un propósito a tu vida. Puedes hacerlo de la manera siguiente: recuérdate primero a ti mismo que todo existe por alguna razón, como parte de la inteligencia perfecta que es el universo.
A continuación, aquí y ahora y tengas la edad que tengas, retrocede diez años con el pensamiento y entonces imagínate a ti mismo. Examina lo que pensabas en ese momento, cómo vestías, lo que sentías y a quién admirabas. ¿Cuántas cosas de las que viviste entonces te han llevado a donde estás hoy? Retrocede ahora diez años más en tu mente y ve cómo todas y cada una de las experiencias y los aprendizajes te han llevado al punto siguiente y luego al siguiente, hasta hallarte de nuevo en la actualidad.
Si eres sincero, descubrirás que cada experiencia de tu vida era absolutamente necesaria para conducirte al punto siguiente y luego al siguiente, hasta este mismo momento. Este ejercicio mental es muy útil en el desarrollo de la capacidad de contemplar y meditar. En última instancia, puedes volver a ser un niño en el pensamiento. Verás que las experiencias de la infancia, fueran éstas cuales fuesen, ayudaron a esa personita que fuiste a hacerse mayor y llegar a ser el adulto que eres hoy. No te estoy pidiendo que juzgues, que muestres tu agrado o tu desagrado, que apruebes o desapruebes. Simplemente tienes que ver que cada experiencia te ha llevado a la siguiente y te ha ofrecido algo para seguir o no creciendo. Era necesario que tuvieras esas experiencias, y la prueba de ese punto de vista es que las tuviste. Así de sencillo. ¡Las tuviste! Pasaste luego a la experiencia siguiente y luego a la siguiente, todas.entrelazadas de manera invisible y todas conducentes al ahora. Puedes haber vivido para el sufrimiento o para los resultados, pero tuviste en todo caso esas experiencias y eso nada podrá cambiarlo.
Fuente: Tus zonas mágicas. Dr. Wayne W. Dyer

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